Recordando a Javier Bátiz

BSA #3

Escribí este texto el año pasado, pero por cosas de la vida nunca se publicó. Ahora, a un año de su muerte, creo que es un buen momento para recuperarlo. El rock mexicano sigue extrañando a alguien como este sujeto.


El rock mexicano ha quedado huérfano. Se puede decir que es porque parece que no tiene figura materna, pero esta vez se debe a que Javier Bátiz, el padre del rock mexicano, se nos ha adelantado.

Nacido en Tijuana en 1944, a los 13 años fundó el grupo Los TJs, teniendo como influencia el blues que llegaba a esa ciudad fronteriza. La obra de grandes músicos como Muddy Waters, B.B. King, Chuck Berry, entre otros, llegó a tierras mexicanas a través de la guitarra de Bátiz. Quién diría que la decisión de un adolescente de aprender a tocar la guitarra tendría un impacto sin igual en la historia de la música mexicana.

Aunque los TJs se separaron en 1963, después de que Bátiz se fue a vivir a la Ciudad de México, su carrera de solista nunca se alejó de la línea del blues. Entre los comentarios que escuché tras su muerte (en el radio, increíble), hubo uno que decía que Bátiz no perdió relevancia porque su música disminuyó en calidad o algo parecido, sino más bien porque voluntariamente decidió mantenerse dentro del blues en lugar de seguir sonidos que fueran tendencia o estuvieran de moda. En otras palabras, siempre se mantuvo leal a lo que buscaba.

La influencia de Javier Bátiz no solamente se debió a su música. La mayor parte de su vida la dedicó a dar clases y clínicas de guitarra, todos los miércoles de siete a nueve. Después de tantos años de dar clases, me gustaría suponer que tuvo miles de alumnos, pero por ahí suena mucho que fue maestro de un tal Alejandro Lora y de un sujeto que se hace llamar Carlos Santana, así como también influyó en gente como Abraham Laboriel y Fito de la Parra. Espero que toda esta gente siga tocando la guitarra, por lo menos como pasatiempo.

Hace algunos ayeres asistí a una de las clínicas de guitarra que Bátiz impartía por todo el país. Fue un evento muy interesante, pues de verdad te daba consejos y tips para tocar, acercándose con cada persona para revisar cómo lo hacía y corregir donde fuera necesario. Éramos como cincuenta personas y se notaba que le apasionaba la enseñanza. Fue muy diferente a otras clínicas a las que he asistido, como la de bajo de Sabo Romo, que más que aprender a tocar fue como una plática de sus aventuras siendo un músico muy famoso. Por supuesto que no es queja.

Tal vez en la actualidad su música no es tan relevante, y en lo personal no me agrada mucho la idea de hablar positivamente de alguien que acaba de morir si en vida me era casi totalmente indiferente, pero no podemos dejar que el trabajo realizado por Javier Bátiz toda su vida quede como una nota al pie en la historia del rock mexicano. Aunque su lugar ahí está asegurado y siempre será una leyenda, no está de más ayudar a que esa leyenda se dé a conocer entre las nuevas generaciones. Sin él no tendríamos a muchos de los mayores exponentes mexicanos del rock. Sin él, el rock mexicano estará huérfano.

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